lunes, 6 de marzo de 2017

Reina

- ¿Tanto vas a tardar? Estuve una hora buscándote.
- Pasa que encontré a las chicas y...
- ¿Tanto vas a tardar? Dijiste que ibas al baño y volvías.
- Estaba con las chicas te digo, Daniela se sentía mal. Me quedé un toque con ellas y la sacamos a bailar un rat...
- ¿Sabés qué? Hace lo que quieras con tu vida.

 Y se fue. Volví con mis amigas. Lógico, sola me sentía perdida en esa fiesta. Un par de pibes trataron de invitarme a bailar con ellos, pero los rechacé. Si Ezequiel me veía -y seguramente aparecería por ahí buscándome nuevamente- iba a tener 16 problemas más. 

 Como lo preví, lo vi acercándose entre la gente. No me dio tiempo de sonreírle creyendo que el enojo se le había pasado.

- Te estoy buscando como un boludo hace una hora, Victoria.
- Ya te dije lo que pasó, me encontré a las chicas, me quedé un rato con ellas y fui a avisarte que estaba acá...
- HACE UNA HORA TE ESPERO EN EL MISMO LUGAR, VENGO Y TE ENCUENTRO ACÁ BAILANDO.
- NOS ACABAMOS DE CRUZAR, TE EXPLIQUÉ Y TE FUISTE, ¿QUÉ QUERÍAS QUE HAGA?
- ¿QUÉ DECÍS? TE ESTOY ESPERANDO HACE UNA HORA EN EL MISMO LUGAR, VICTORIA.
- EZEQUIEL, NO ME DIGAS QUE NO TE ACORDAS. DEJA DE ESCABIAR Y DESPUÉS HABLAMOS.

 La gente a nuestro alrededor, incluyendo mis amigas, nos miraba sin saber qué hacer.

- YO ESTOY RE BIEN. DECIME, ¿ESTO ES LO QUE QUERES? ¿JODA? HACELO PERO A MÍ NO ME ROMPAS MÁS LAS PELOTAS.

 La cara de enojo se le transformó en una mueca de llanto. Como lloran los hombres: con bronca y emoción. 60/40. Yo no entendía bien si estaba pasado de copas o si de verdad esa pelea era tan grave, pero mi cara también comenzó a hacer fuerza para no llorar.

- Eze, yo... no quiero eso, pero...

  No recuerdo si me dijo algo o me ganó el impulso, pero dí media vuelta y me dirigí al baño. Cuando iba subiendo las escaleras, me agarran del brazo.

- ¿Por qué me haces esto? Yo sigo mal por lo que pasó el sábado pasado. No sabés cómo estoy. Ahora me decís que vas al baño y no volves más, ¿qué queres que piense?

 Empatizo, porque ya lo viví. Sé que tiene razón y la causante de su desconfianza soy yo. Siento que una lágrima me recorre la cara. Es la culpa de sentirme culpable.

- Tenes razón. Perdoname. Te fui a buscar, pero tardé mucho. Yo te amo, en serio, y no volvería a arruinar esto.
- ...

 El silencio me demuestra que se tranquilizó, esta aflojando. Aprovecho la oportunidad para acercarme y darle un beso.

- Te amo...

Esa mirada triste, cargada de ganas de confiar en mí y de culpa por hacer tanto lío, me parte al medio. Nunca había estado del lado de la persona a la que no le podían creer. Siempre había sido la buena, la víctima, o de eso nos convencemos las mujeres (¿o solo yo?). Uso el abrazo que le doy como excusa para secarme las lágrimas con su remera sin que se dé cuenta, pero mis ojos de todas formas me delatan.

- Yo también te amo. Pero todavía estoy hecho pelota por lo del sábado. Perdón por esto, no sé cómo reaccionar, necesito tiempo.

 "Todo el que quieras" pienso. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario