sábado, 7 de mayo de 2016

Caras y caretas

 Una vez me tocó cruzarme con una persona muy rara, que mostraba su peor lado conmigo (y, a veces, eso me hacia sentir confiable) pero su mejor lado en las redes sociales. Por ahí suena de lo más normal, quizá es lo que hacemos la mayoría, solo que al hablar de su mejor lado me refiero a "caretear sentimientos" sin ningún tipo de escrúpulo. 

 "Sacate el feminismo de la cabeza" me dijo esta persona una vez. Estábamos en medio de una discusión que nada tenía que ver con el tema, al igual que mis palabras; de todas formas el contexto no es importante, ya que esta oración con cierto carácter impositivo dice mucho del sujeto que, en este caso, la escribió.

 No me considero feminista pero, si así fuera, ¿qué? El feminismo consiste en la lucha por igualar los derechos de hombres y mujeres, no en demostrar que uno es mejor que otro. Por lo tanto, a ellos no debería molestarles este movimiento ni nosotras deberíamos aprovecharlo para despreciar, degradar o subestimar al otro género. Entonces, sabiendo esto, ¿quién se atreve a decir -sin quedar mal- que le fastidia una revolución por nuestros merecidos derechos faltantes? Y más aún, ¿quién cree que puede ordenarnos qué pensar y qué sacar de nuestra cabeza? Nadie. En ocasiones, ni nosotros mismos.

 El motivo por el cuál estoy un poco indignada es el siguiente: esta misma persona, poco tiempo después, compartió en Facebook una publicación en la que un hombre describía lo que sentía respecto al temor que nota en las mujeres al preguntarles una dirección o al ser los únicos que caminan de noche por la misma vereda, y agregó "Ninguna mujer tiene que salir con miedo a la calle". De la forma más amable que pude le expresé mi cuestión, recordándole su frase, y la respuesta que recibí fue "No tengo ganas de explicar cosas en este momento". Tan simple como eso.

 Otra cosa que me molestó fue que, en el día de la mujer, este sujeto nos haya pedido perdón (públicamente, por supuesto) "en nombre de aquellos no saben ser hombres". Conociendo a este individuo puedo opinar y asegurar que no es la pareja más fiel que puedan tener; pero no viene al caso hablar de eso. Lo que me inquieta es la duda de por qué excluirse de ese grupo de hombres imperfectos. Al fin y al cabo, todos cometimos errores, ¿por qué intentar mantener una imagen de perfección cuando muchos sabemos quién sos?

 Sinceramente, me hubiese gustado exponerle lo anterior a esta persona en su misma publicación, pero me choqué con un problema: lo quiero. No sé si fue el miedo a hacerlo quedar mal públicamente o a armar una pelea más grande de la que tuvimos en privado, pero decidí minimizar el problema, fingir que no me importaba. Pasaron semanas y me sigue dando vueltas en la cabeza.

 Yo todavía no descubrí los por qué de estas acciones, pero alguien que pueda juntar coraje para enfrentarse a cierta persona especial y decirle lo que siente sin miedo, no debería quedarse callada. Quizá hasta pueda aclararle un par de cosas y cambiar su panorama. Claro que no se trata de hacer pensar a los demás igual que uno, sino de intercambiar ideas sin olvidarse del respeto mutuo.